Cuando una gran entidad emprende un rumbo, lo más importante es impregnar a todas las partes de la misma a seguir el camino marcado. El Barça, lo ha hecho y ha logrado el objetivo. Tras tiempos convulsos, ya sea por elección o por necesidad, los dirigentes azulgrana optaron por dar un golpe de timón a la regencia de sus pequeños reinos y confiarla a sus herederos naturales, en lugar de grandes reyes venidos de fuera.
Las apuestas por lo ya existente se acostumbran a hacer por falta de recursos económicos, pues es mucho más grandilocuente fichajes a bombo y platillo con grandes currículums que jóvenes herederos que apenas han empezado a andar por el mundo del deporte. La primera fase del Barcelona Laportista apostó por la primera vía; Frank Rijkaard, Manolo Cadenas y Dusko Ivanovic fueron sus hombres. Con resultados globales mayormente deficientes (pese a las dos ligas y la segunda Champions) y azotada la entidad por una crisis de identidad, se volvió a dar la misma disyuntiva.
La primera transición fue en baloncesto, donde el rey importado, Dusko Ivanovic, dejó su sitio a uno de sus lugartenientes, Xavi Pascual, a mitad de temporada. El desconocido joven entrenador demostró que en 4 meses supo sacar más rendimiento a la plantilla que otro había confeccionado. Se ganó la renovación para llevar al equipo a ganar el entorchado europeo y convertirse, oficiosamente, en el mejor equipo del mundo ganando a Los Angeles Lakers campeones de la NBA.
Llegó un momento crucial. Laporta necesitaba un transatlántico que le salvara del pequeño bote donde le habían tirado sus directivos, tras dimitir dados los malos resultados de la moción de censura. Los dimisionados eran partidarios de apostar a caballo ganador y hacerse con el rey europeo con mejor pedigrí, Jose Mourinho. Sin embargo, en uno de sus arrebatos, el entonces presidente confió su destino y el de la entidad al hijo pródigo que había regresado a su casa para hacerla grande, hablamos de Pep Guardiola. Campeonísimo en Tercera con el Barça B, arquitecturó el mejor Barça de la historia.
El tercer relevo llegó en Balonmano. Manolo Cadenas salió del club a mitad de temporada tras un bagaje muy pobre. En su lugar, un ex-jugador de la entidad, cuyo nombre es clónico al del entrenador de baloncesto, se hizo con las riendas. Dos años más tarde, una liga y una Champions adornan el palmarés de la sección.
Además, los tres han demostrado no temblarles el pulso a la hora de prescindir de jugadores consagrados. Solo hay que recordar el caso Eto'o o Ibra en fútbol, o recientemente en balonmano el de Iker Romero, ídolo de la afición que sale del club por discrepancias con el entrenador.
La diferencia entre los herederos legítimos y los reyes comprados siempre es la misma. En una casa tan particular como esta, conocer todos los entresijos del laberinto es empezar la trayectoria con dos puntos a favor. Lo demás, mérito de los jugadores y de los mismos técnicos. Pero de lo que no hay duda es que, para hacerse el dueño de la casa, la mejor manera es tener las llaves antes de que te las den.
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