lunes, 2 de septiembre de 2013

Se apagó la metralleta

Tengo que empezar estas lineas admitiendo que ni soy un habitual seguidor ni un entendido en boxeo, más bien no soy ni una cosa ni la otra. En mi vida, habré visto tan solo dos combates reales los ya célebres Tyson-Holifield (sí el de la oreja) y el Pacquaio-Márquez en que Pac-Man cayó inconsciente. Más allá de estos dos, ya míticos combates, lo más cerca que he estado del boxeo es en las películas de la saga de Rocky. Casualmente, y sin recordar exactamente por qué, la semana pasada empezamos a hablar de dicha saga. Y fue en ese momento en que Dani me contó la historia del coprotagonista de Rocky V, Tommy "Machine" Gun en la película, Tommy Morrison en la vida real. Hoy, leo con estupefacción que el corazón de "la gran esperanza blanca" ha dejado de latir.

No deja de ser curioso que la historia real de una persona acabe siendo incluso más interesante que su personaje en la ficción. Tommy Morrison era uno de los últimos herederos de un gran linaje en Hollywood, pues uno de sus ancestros era el mítico John Wayne. El uso de los puños de Morrison en Rocky V no fue casual ya que era boxeador de profesión. Durante la época dorada de los pesos pesados, copada por los púgiles afroamericanos, Tommy llegó a ser considerado "la gran esperanza blanca". Rubio, fuerte y con ese aire chulesco que siempre presentaba, Morrison. Tras tener un éxito relativo y adquirir fama de "mandíbula de cristal", tuvo que dejar de boxear en 1996 al ser portador del VIH. Precisamente, una complicación de dicho virus es lo que le ha llevado a la muerte a los 44 años. 

Volviendo a su personaje, creo que ser (en parte), como Tommy Gun es algo que todos hemos soñado en
esta vida. Que alguien importante en la vida te brinde la oportunidad de crecer bajo su manto protector y convertirte en el mejor del mundo. Sin embargo, el riesgo que entraña y que acabó sufriendo "metralleta" Gun fue algo demasiado común, el morir de éxito. El rubio pupilo de Rocky quiso saltarse los escalones hacia la eternidad y acabó cayendo víctima de su propio ego. Como cualquiera de las películas de la saga Rocky, el trasfondo de la quinta entrega no deja de ser como mínimo interesante.

Hablar de su manera de pelear sería hacer poco menos que un sacrilegio. Sin embargo, yo fui de los niños que nos quedábamos embobados ante la pantalla observando y escuchando las enseñanzas del gran Rocky Balboa al jovencísimo Tommy Gun, soñando algún día poder tener la oportunidad que el cine le brindaba a aquel rubio fortachón, de espíritu indomable y de ego gigantesco. Y, aún lo sueño.

Morrison, quien fue duro en el cuadrilátero y blando con la vida se ha apagado. Sin embargo, para siempre quedará el torrente de golpes que soltaba por combate Tommy "metralleta" Gun. 

Descanse en paz






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