sábado, 6 de julio de 2013

El Tour del Africano

Publius Cornelius Scipio Africanus conocido popularmente como Escipión el Africano pasó a la historia por sus célebres campañas en el norte de África, logrando tumbar al potente imperio cartaginés. Des de ese momento, África siempre ha tenido una importancia preponderante en la historia y no siempre ha sido reconocida. En el deporte pasa algo parecido. Poco a poco talentos surgidos del norte, de la Sabana, del Sáhara o del sur del continente van recogiendo los frutos del protagonismo de sus ancestros. Hoy es uno de esos días.

El Tour de Francia, prueba que nunca había liderado un ciclista nacido en el continente africano vive, en su centésima edición, una peculiar situación. Puede ser que la prueba esté liderada, prácticamente al completo, por ciclistas nacidos en ese continente. Primero fue Impey, el sudafricano, que tras un regalo de su compañero de equipo Gerrans logró vestirse de amarillo. Hasta hoy.

La llegada a los Pirineos, por donde Anibal había cruzado para atacar Roma con sus elefantes, ha coronado (algunos pensamos que con un año de retraso) a Chris Froome como el mejor ciclista del momento. Compite bajo la Union Jack, la bandera británica, sin embargo su cuerpo y su carácter se han forjado lejos de la fría, nublada y lluviosa Britania. De Nairobi, que es donde nació, y de la Sudáfrica post aparheid donde se formó nace la fuerza, la rabia y el talento de un hombre que parece insaciable.

Lejos de lo que nos tenían acostumbrados los grandes los últimos años, Froome se la jugó y llegó al momento decisivo de la etapa con un solo compañero, muy bueno, pero uno solo. No necesitaba más. Richie Porte le puso el ritmo que él necesitaba y cuando vio la flaqueza de los hispanos (Hispania, tierra de conejos, justo en donde empezó la leyenda de Escipión padre con la conquista de Cartago Nova y la de Escipión hijo, con la caída de Numancia) lanzó su ataque. Faltaban cinco kilómetros. Froome quería ganar el Tour en su primera oportunidad y vistos los resultados casi lo logra. No levantó los brazos hasta cruzar la meta, pues no quería dar ni un segundo de regalo a sus rivales. Primero arrasar y luego celebrar. 


Su fuerza natural, contenida por una pose poco ortodoxa en la bicicleta, salió a relucir. Aquella que hace justo un año se veía encorsetada para que su líder, aquel que no aceptó que su gregario era mejor que él, se hiciera con el primer Tour de la historia para un británico. Es precipitado hablar del triunfo del africano en esta edición, pues los contratiempos nunca son predecibles ni por los Oráculos. Sin embargo, si las estrellas siguen alineadas para Froome, el destino le tenía reservado su nombre para un Tour histórico, el del centenario, el que puede ser para él, el Africano. 

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