Publius
Cornelius Scipio Africanus conocido
popularmente como Escipión el Africano pasó a la historia por sus célebres
campañas en el norte de África, logrando tumbar al potente imperio cartaginés.
Des de ese momento, África siempre ha tenido una importancia preponderante en
la historia y no siempre ha sido reconocida. En el deporte pasa algo parecido.
Poco a poco talentos surgidos del norte, de la Sabana, del Sáhara o del sur del
continente van recogiendo los frutos del protagonismo de sus ancestros. Hoy es
uno de esos días.
El
Tour de Francia, prueba que nunca había liderado un ciclista nacido en el
continente africano vive, en su centésima edición, una peculiar situación.
Puede ser que la prueba esté liderada, prácticamente al completo, por ciclistas
nacidos en ese continente. Primero fue Impey, el sudafricano, que tras un
regalo de su compañero de equipo Gerrans logró vestirse de amarillo. Hasta hoy.
La
llegada a los Pirineos, por donde Anibal había cruzado para atacar Roma con sus
elefantes, ha coronado (algunos pensamos que con un año de retraso) a Chris
Froome como el mejor ciclista del momento. Compite bajo la Union Jack, la
bandera británica, sin embargo su cuerpo y su carácter se han forjado lejos de
la fría, nublada y lluviosa Britania. De Nairobi, que es donde nació, y de la
Sudáfrica post aparheid donde se formó nace la fuerza, la rabia y el talento de
un hombre que parece insaciable.
Lejos
de lo que nos tenían acostumbrados los grandes los últimos años, Froome se la
jugó y llegó al momento decisivo de la etapa con un solo compañero, muy bueno,
pero uno solo. No necesitaba más. Richie Porte le puso el ritmo que él
necesitaba y cuando vio la flaqueza de los hispanos (Hispania, tierra de
conejos, justo en donde empezó la leyenda de Escipión padre con la conquista de
Cartago Nova y la de Escipión hijo, con la caída de Numancia) lanzó su ataque.
Faltaban cinco kilómetros. Froome quería ganar el Tour en su primera
oportunidad y vistos los resultados casi lo logra. No levantó los brazos hasta cruzar la meta, pues no quería dar ni un segundo de regalo a sus rivales. Primero arrasar y luego celebrar.
Su
fuerza natural, contenida por una pose poco ortodoxa en la bicicleta, salió a
relucir. Aquella que hace justo un año se veía encorsetada para que su líder,
aquel que no aceptó que su gregario era mejor que él, se hiciera con el primer
Tour de la historia para un británico. Es precipitado hablar del triunfo del
africano en esta edición, pues los contratiempos nunca son predecibles ni por
los Oráculos. Sin embargo, si las estrellas siguen alineadas para Froome, el
destino le tenía reservado su nombre para un Tour histórico, el del centenario,
el que puede ser para él, el Africano.
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