Se consumó la gesta. Chirs Froome ya es el primer ciclista, nacido en África, en hacerse con el Tour de Francia. Y lo ha hecho en una edición histórica, la del centenario de la prueba más emblemática de la historia del ciclismo mundial. Algunos dirán que es un europeo nacido en África, que compite bajo la Union Jack, que es blanco... Pero también ha nacido y crecido en Nairobi, se convirtió en ciclista en Sudáfrica y que en categoría sub'23 corrió con el combinado de Kenya. Con todos los matices del mundo, pero africano al fin y al cabo.
Si tras su primera gesta de vestirse de amarillo se hablaba en este blog de El Tour del Africano y la gesta que hizo en tiempos de los romanos Escipión el Africano ahora es otro gran general de la antigüedad el que mimetiza con Froome. Aníbal el Cartaginés, según historiadores, el general más grande de su tiempo logró su mérito y reconocimiento, entre muchas otras gestas, tras lograr cruzar Pirineos y Alpes con sus tropas. Elefantes de Guerra superaron las dos cordilleras para llegar al Piemonte y poner en jaque a toda Roma.
Chirs Froome demostró su fuerza en el Pirineo, en donde mandó a la lona a todos su rivales. Los remató en el Mont Ventoux y ganó el Tour en la contrarreloj. En todas esas etapas, el molinillo del hombre que cambia de ritmo sentado en el sillín de la bicicleta se convirtió en trituradora. Uno a uno descabalgo a cuantos se pusieron delante. Froome no había corrido con la cabeza si no con el corazón. En cada uno de sus ataques parecía que Chris luchara con un fantasma al que tenía que dejar clavado. Un espectro que no estaba en el Tour y que debía aniquilar. Froome, en cada ataque, quería demostrar que era mejor que Wiggins. Tenía fuerza y lo quería demostrar en cada momento más allá que fuera necesario. El fantasma del Tour anterior le hacía atacar y atacar sin cuartel. Pero quedaba una semana...
Quedaba lo duro, la traca final. Cruzar los Alpes. En los montes que tocan a Francia, Italia, Suiza, Austria, Mónaco entre otros estados debían dictar si el molinillo seguiría triturando o, como pasó con los hombres de Aníbal, empezarían las dudas. Y fue lo segundo. La fuerza de Froome empezó a menguar y sus arreones fantasmales se le acababan convirtiendo en contraproducentes. Nairo Quintana y "Purito" Rodríguez le empezaron a responder a sus ataques. Y llegó el momento de la cabeza. Froome empezó a correr con inteligencia, probablemente, obligado por su falta de fuerzas. Empezó a apoyarse en su lugar teniente, Richie Porte, más de lo que nos tenía acostumbrados. Lejos en la general, dejaba marchar a Purito y Quintana, a la vez que el miraba atrás y sentenciaba a Contador. Hizo de general, dosificó sus fuerzas y centró sus objetivos en romper a su máximo rival. Y lo logró.
Como Aníbal, pasó los Pirineos y los Alpes, para erigirse como el mejor. Tiró de inteligencia cuando no tenía fuerzas y llegó a París como amarillo, como ganador. Sus aliados en los Alpes le flanquearon en el podio. Mientras, sus rivales, lo miraban des de lejos. La fuerza de dos semanas y la cabeza de una tercera. Esas son las claves del Tour del Africano, del heredero de Aníbal, que como el Gran General de la Antigüedad triunfó cruzando los Pirineos y superando los Alpes.
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