Mi querido Ronaldinho...
Verte jugar de nuevo con ganas con ilusión, otra vez en forma, sacando a relucir tu enorme talento es una de aquellas alegrías que, por la sorpresa de su llegada, hacen el doble de feliz a las personas como yo que te idolatramos. Solo de imaginar de verte, una vez más, con el 10 de la canarinha sonrío. Y lo hago porqué el fútbol bebe y vive de talentos como el tuyo. Tú, que podías haber sido el jugador más grande de todos los tiempos; tú que preferiste ser una estrella fugaz en lugar de un cometa milenario...
Te recuerdo en tus primeros años en el Gremio de Porto Alegre. Viniste a jugar a Lleida, contra la extinta Unió Esportiva en el Camp d'Esports. Debías tener unos 18 años, llevabas el pelo muy corto y tus dientes salían de la boca siempre dibujando una sonrisa. Con aquella sonrisa dejaste los destellos de tu calidad en la Terra Ferma, tanto a los que estaban en el campo como a los que te vimos por TV3.
Te fuiste a Francia, para intentar volver a encumbrar al PSG. Te diste cuenta que el frío de París, por más ciudad del amor que sea, nada tiene que ver con Porto Alegre y tu sonrisa empezó a torcerse. Pero gracias a Dios solo empezó y siempre había un motivo para volver a verte sonreír. El mejor de todos ellos fue el Mundial del 2002, donde bajo la batuta de Filipao y con la cobertura de Ronaldo y Rivaldo maravillaste al mundo. Lo hiciste con muchas jugadas, pero yo siempre recordaré aquella falta de empeine interior que golpeaste contra Inglaterra, cogiendo despistado a David Seaman. Fuiste la estrella joven de un combinado de astro: Marcos, Roque Junior, Lucio, Edmilson, Roberto Carlos, Cafú, Kleberson, Gilberto Silva, Rivaldo, Ronaldinho y Ronaldo. Siempre recordaré de memoria aquella alineación.
El frío de París, sin embargo seguí marchitando tu flor. Y llegó un momento clave. No sabría decirte si el Barça te recató a ti o viniste tu para levantar al Barça. El caso es que llegaste, sonriendo con tu melena al viento y esa gran R colgando de tu cuello mientras hacías el saludo surfero. Poco tiempo necesitaste para que te adoraran los que no te conocían. Un partido a las 00:01 contra el Sevilla, en la noche del Gazpacho. A partir de ahí y en las 3 siguientes temporadas no hubo mejor jugador que tu en el mundo.
Pero algo pasó en el verano del 2006 y el Mundial de Alemania. Dejaste de ser feliz, empezaste a preferir las pistas de baile a los terrenos de juego y tu calidad solo se veía en la magia de tu bota al golpear el balón. Aún así esta temporada (06/07) lograste aguantar al equipo a base de goles de libre directo. Sin embargo el año siguiente tu cuerpo dijo basta, te hizo escoger entre el fútbol y la fiesta; te quedaste con lo segundo. Te fuiste a Italia y tampoco encontraste el rumbo hasta que regresaste a Brasil.
Se te ve feliz y tu juego nos hace felices. Quieres llegar al Mundial de Brasil 2014 y sabes que tienes que portarte bien. Me queda este sueño contigo, verte levantar la copa del Mundo con el brazalete de capitán de Brasil en tu casa, en tu país... y como diría Mourinho me sigo preguntando porqué elegiste ser una estrella fugaz cuando pudiste haber sido la que más brillaba en el firmamento de la historia.
Aún así, gracias por todo amigo Ronaldinho.
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