Corrían los primeros rayos de Sol cálidos, de finales de primavera del año 2006, cuándo el Calciopoli empezó a surcar por nuestras vidas El también conocido como Moggigate acabó con la Vechia Signora, la Juventus en segunda, y ahí el equipo bianconero empezó a perder su auréola de añeojo y de señor. Los turineses acumulaban 3 títulos de liga consecutivos y acumulaba 4 de los últimos 5, de los cuales perdió los 3 últimos. Se quebró un ciclo que no había tocado a su fin y hubo desbandada; se fueron Ibrahimovich, Zambrotta, Cannavaro, Thuram y Emerson, 5 titulares. Pero lucharon en la serie B hombres tan grandes como Del Piero, Trezeguet o el mismo Buffon... dos maneras de entender un mismo deportes, dos maneras de afrontar un descenso administrativo del equipo más laureado de Italia, el único que tiene 2 estrellas en el pecho.
La vieja señora, siempre orgullosa se puso en manos de un joven entrenador, un ex mítico jugador de los 90; Didier Deschamps. Empezando con un marcador negativo y un empate en el primer partido, los turineses ascendieron semanas antes del fin de curso y parecía que el nuevo presidente, Giovanni Cobollo Gigli apostaba por la grandeza del equipo. Una grandeza que empezó a decaer, tras el ascenso a la Série A. El consejo de administración no llegaba a un acuerdo con Deschamps, que se iba a Marsella, para acabar haciéndole campeón, y se ponía un auténtico proyecto de Ferrari ( y nunca mejor dicho dado los negocios de la familia Agnelli) en manos de un conductor experto pero de segunda línea, Claudio Ranieri. El equipo empezó con un ilusionante 5 a 1 ante el Livorno, pero acabó tercero, tras la Roma y a la sombra del nuevo tirano y gran beneficiado del Calciopoli, el Inter.
Acostumbrados a grandes cracks, a fichar siempre a los mejores, apelar a Nedved, Del Piero y Buffon, tres jugadores históricos, de calidad contrastada y sin recambios era demasiado poco para hacer frente a un equipo que contaba con Ibrahimovich, otro que contaba con el mejor Totti. La directiva pareció apostar por jugadores de perfil bajo, muy de su entrenador, y ninguna estrella que idolatrar y se dio por bueno el tercer puesto, teniendo en cuenta que el equipo no jugaba en Europa como sus rivales. Fue un síntoma inequívoco de que la grandeza del equipo estaba decayendo, que esta Juve, que en 2003 perdió a su mentor Gianni Agnelli, era los últimos coletazos de un gran linaje que estaba yendo a menos cada día que pasaba.
Un año más tarde, siguieron las apuestas arriesgadas. Delanteros vinientes de equipos menores, como Amauri, proyectos de crack que no superaron los esbozos como Diego y jóvenes talentos que se les exigió demasiado y demasiado pronto si se me permite la redundancia, como fue el caso de Sebastián Giovinco. La Juve que dejó crecer a Alessandro del Piero a la sombra de grandes cracks como Roberto Baggio o Gianluca Vialli, como anteriormente le había pasado a la coleta más mágica de la historia, veía como tenía que enviar niños a hacer el trabajo de los hombres, pues éstos habían dado un paso atrás y olvidado su capacidad de liderazgo, dejándola en manos de sus mayores y de sus niños. El experimento acabó con Rainieri cesado, y Ferrara un gran defensa que no había nunca asumido responsabilidades al mando.
Los Agnelli decidieron darle un nuevo golpe de timón, cambiaron la cúpula directiva por un hombre de confianza en sus empresas, Jean Claude Blanc, que apostó por Ferrara, esperando que su chico de la casa resultara la mitad de gratificante de lo que había sido Pep Guardiola en el Barça. Un nuevo error, acompañado de la falta de fichajes de grandes jugadores que se complementaba con el enejecimiento año a año de los cracks de antaño. El tercer puesto de la liga se volvió a dar por bueno, pues daba acceso a la liga de campeones. Un dato, el fichaje del año fue Felipe Melo.
El nuevo curso dejó paso a un nuevo golpe de timón, en esta ocasión volvía a ser un Agnelli, Andrea, quien se hacía cargo de las riendas del equipo. Tomó decisiones arriesgadas, traspasó a Diego, abrió la puerta de salida a los ilustres Trezeguet i Camoranesi, pero siguió sin traer el tan anhelado crack y volvió a apostar por un entrandor del perfil bajo, que venía de hacer una buena campaña en la Sampdoria, Luigi Delneri. El resultado es de sobra conocido, en febrero, prácticamente se ha dicho adiós al título. En Europa paseando el ridículo. La vieja señora se ha acabado convirtiendo en una jovencita inexperta, en una chica que todavía espera que su novio la lleve a su primer baile, que pierda la virginidad, y vuelva a crecer a convertirse en aquella señora de antaño y que ahora ha perdido la dignidad que supone llevar dos estrellas en el pecho.
Veremos si Andrea, que demostró no temblarle el pulso a la hora de sacar la escoba el pasado verano, tiene la misma fuerza, la misma fiereza a la hora de apostar por un entrenador, por un ENTRENADOR en mayúsculas. Las últimas grandes señoras han compartido matrimonio con grandes hombres; Marcello Lippi y Fabio Capello.
Echo de menos al bueno de Giampiero Boniperti, o su sucesor, Vittorio Chiusano, presidentes (y uno de los primeros grandes cracks de la Juventus el primero) que contaban con cracks internacionales y los mejores jugadores italianos del momento. Las grandes Italias siempre han tenido ADN Juve. Zoff, Sciera, Contini, Baggio, Ravanelli, Cannavaro, Del Piero, Zambrotta, Peruzzi, Buffon, Bonipertri, Rossi... Platini, Zidane, Davids, Boniek, Nedved...
La Vechia Signora, el equipo más laureado de Italia, se convirtió en una Ragazza por que el embrujo la convirtió y la hizo salir de su cuento. Hasta la fecha, apuestas frustradas, perfiles indignos de grandes reyes no han dado con la receta para volver a ser grandes. Y la última esperanza para convertir a la señorita en lo que era pasa por el pulso de Andrea Agnelli, hijo de un gran linaje
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