Hubo una época que en la carretera se competía para ser el mejor. El más fuerte. El que nadie podía seguir sobre el asfalto. Sin embargo, de un tiempo a esta parte parece ser que esto ha cambiado. Ya de un tiempo a esta parte, y tras la entrada de los pinganillos, los ciclistas compiten con el freno de mano puesto, más pendientes de lo que les marcan desde los coches que no de lo que sienten sus piernas.
Es un tiempo de corsés, no apto para aquellos hombres que nos emocionaron. Jiménez, Pantani, Delgado y compañía morirían en la opresión de las órdenes de radio, en las directrices de los pulsómetros y no en su instinto. Es, si me permiten la comparación, como si a un delantero centro quisieran controlarle su instinto goleador.
Pero lo de hoy, en el Tour de Francia, ha rozado la vergüenza ajena. Sabido era de todos que Bradley Wiggins, un hombre que en circunstancias normales nunca ganaría un Tour de Francia, no era el hombre más fuerte de la carrera. Tal vez si el más mediático o el más caballero pero no el mejor, que es lo que debería contar al fin y al cabo.
En un arrebato de demostrar lo que no es, el maillot amarillo se ha puesto al frente del grupo hasta descolgar a sus rivales, o a muchos de ellos. Sin embargo y como también era sabido, su enemigo estaba en casa. Chris Froome ha aceptado la invitación de su jefe de filas y le ha dado un relevo que, una vez más y ya van varias, ha demostrado que el keniata tenía mejores piernas que el hombre nacido en Gante. Dos veces que se hayan visto y seguro que muchas más que no sabemos, los dos hombres que compiten bajo bandera británica han demostrado quien debería mandar.
Froome, al que se acusa de desleal, ya perdió la Vuelta a España 2011 por esperar a su jefe de filas. Ahora ha perdido el Tour de Francia por exactamente lo mismo. ¿Es esto justo? ¿Respeta eso la norma más sagrada de un deporte como el ciclismo en que el más fuerte debe ganar? Yo lo tengo bastante claro, no.
Las carreras hay que ganarlas en la carretera y porqué eres el mejor. Es de buen líder apartarte cuando sabes que tu compañero es más fuerte. Si puedes, le sigues y le demuestras quien manda. Si no, te apartas, celebras la segunda plaza y admites que has sido superado. Sinceramente, no me gustaría nada ganar como Wiggins, sabiendo que no soy el mejor.
Cadel Evans, ahora ya defenestrado, tuvo que pasar muchos años de segundón hasta que fue el más fuerte y llegó el día que el perdedor aprendió a ganar . Wiggins, fan de Indurain e hijo del control desde los coches, debe aprender que solo deberías ganar si eres el más fuerte y él no lo es. Este Tour ha sido aburrido y una auténtica farsa y para mi, a nivel de espectáculo, el peor Tout de Francia que he visto en mi vida.
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