Ese tuit me sirve a mi para recuperar la historia del portero más plástico que, los ojos de quien suscribe este texto, ha visto jamás. Demasiadas veces se le recuerda como el portero de los mil millones que no triunfó en el Barça, y muy pocas como lo que era en ese momento: el portero mejor valorado de Europa y que discutía la hegemonía de Peter Schmeichel o del alemán Koepke.
Más allá de gustos balompédicos, Baia destacó por ser un portero elegante, el más elegante, en el noble arte de parar. Se esgrimirá que la belleza no sirve de nada y que un arquero se le exige que detenga balones, más allá de como lo haga. Y quien diga esto, tendrá razón. Pero es que Vitor Baia hacía las dos cosas. Paraba, se gustaba y lucía como el que más. Probablemente si en lugar de fichar por el Barça en 96 lo hiciese en el 2016, estaríamos hablando de uno de los jugadores más mediáticos del mundo. Y sí, era un portero, y sí, en ese momento ya era mediático.
Es por eso que es demasiado injusto que, a un jugador que ahora sabemos que jugó lesionado y que para no fallar al club que le había fichado por muchos millones y a su nueva afición (y ante la falta de un recambio de garantías bajo palos) estuvo parando balones con las rodillas deshechas. Tal vez, y solo tal vez, una operación antes hubiera cambiado el futuro de Baia y, en consecuencia, del Barça. Pero eso ya es fútbol ficción.
La realidad es que el estilo elegante de Baia le hacía el portero, por antonomasia. Sus vídeos eran los mejores para enseñar como hacer una buena estirada, y cada acción suya servía para aprender. A día de hoy, sigue sin haber un portero con su elegancia (Víctor Valdés, El último gran héroe a parte) Pero repasar las paradas de Baia sigue siendo hoy una delicia para los que amamos el arte de parar.
Este vídeo de VyridaFootball refleja muy bien la esencia de Vitor